05 abril 2009

I.- La leyenda del traidor II

Una vez se hubieron limpiado los escombros fue Zohual el castigado pro la muerte del esclavista, todos sabían que era hijo de Zaharaca y que, junto con su padre, estaban tratando de instigar una sublevación. Durante un mes hacía turnos dobles o triples y los jóvenes que bajaban con él a las minas iban cambiando cada semana para que un tuviese la opción de organizar sus fuerzas. Pasaron meses así, terminaba las jornadas destrozado, nadie quería acercarse a él puesto que era el causante a los ojos de los esclavos de que estuviesen haciendo turnos horribles, sin embargo él parecía aguantarlos bien, nunca cesaba con el pico, su cuerpo brillando por el sudor y sus brazos moviéndose arriba y abajo arrastrando un pico enorme.

Las chispas brillaban cada vez que descargaba la enorme herramienta, a veces pensaba que sería mejor encontrar una bolsa de gas que le arrancase del todo de aquella mina, y a ser posible, que se llevase pro delante a unos cuantos dürska. Cientos de veces pequeños escapes ardían dejando llagas en el pecho del joven.

Un día llego un esclavista joven, parecía nuevo aunque era diestro con el látigo y gustaba de motivar en demasía a los hombres a su cargo, sin duda era hijo de alguien importante pues siempre había unos cuantos hombres con él.

El primer día había ordenado atar a Zohual al techo y, con una sonrisa terrible se había acercado a él.

-Muchacho.- Dijo, a pesar de no aparentar más de quince o dieciséis años.- Soy Guirk y, de ahora en adelante tú serás mi objetivo, vamos a divertirnos.- La cara de aquel dürska, barbilampiño, de tez rosada, con una frente prominente y escasa barbilla y con los ojos muy claros, le heló la sangre.

Para demostrar de lo que hablaba, Guirk dejó a Zohual colgado varias horas, ya no sentá los brazos, pero cuando le descolgaron le obligaron a seguir cavando durante lo que le parecieron días, de comer le daban pan seco y agua, los turnos de cavadores cambiaban, pero él seguía allí, sin parar, recibiendo latigazos. Cuando por fín le dieron tiempo para descansar fue colgado, de nuevo, durante horas. Creía que se le iban a salir los hombros, no sabía si había dormido algo cuando le despertaron a base de latigazos y golpes con varas de madera.

Tenía la espalda dolorida, la cabeza magullada y los hombros parecían no responderle pero seguían azuzándole para que continuase cavando, casi no había tenido tiempo de darse cuenta de que, desde que Guirk había aparecido, su abuelo no había vuelto a pasar por allí, esperaba que siguiera bien, normalmente le veía al menos un par de veces a la semana, pero de eso hacía meses.

Guirk había ordenado aumentar el número de linternas en la caverna y había traído un invento a base de espejos y linternas de aceite que multiplicaba la luz, Zohual sentía que siempre era de día, al principio eso le había alentado, pero pronto se dio cuenta de su error, la luz estaba encendida siempre y le hacía que le dolieran los ojos, cuando el dejaban dormir un halo rojo envolvía sus sueños y se despertaba aún más cansado que antes, habían empezado a sentir punzadas en la cabeza, el dolor era a veces tan insoportable que gritaba y lloraba mientras trataba de agarrarse las sienes, pero siempre estaba allí Guirk para motivarle a que volviera a coger el pico a base de latigazos.

-Eres escoria, Zohual, todos los kuhaitines lo son, tu padre lo era y por eso murió y tu abuelo...

-¿Qué habéis hecho con él?- La sonrisa de Guirk era horrible.- ¡Respóndeme!

Vio como el dürska se marchaba, luego apagaron las luces dejándole colgado. Por un momento agradeció la oscuridad, y durmió, tenía todo el cuerpo entumecido y las luces seguían apagadas, el sueño acumulado pudo con él una vez más. Pero volvió a desperar, así varias veces, había perdido la cuenta y él seguía allí, husmeó el aire, olía a rancio, debían hacer días que estaba allí encerrado. Al cabo del tiempo volvió a quedar dormido.

-Zohual, hijo- La voz de su padre sonaba cavernosa, directamente en su cabeza.

-¿Padre?

-Sí, soy yo, hijo, debes vengarme, acabar con tus captores.

-Pero, ¿cómo podría hacerlo?, me tienen atado, hace días que no como.

-¿A caso no has oído lo que he dicho? Tú me vengarás matarás a todos.

-Pero no puedo.

-¿Crees que ese es el espíritu? Quizá a fin de cuentas los dürska violaran a tu madre y tú no seas más que uno de ellos, quizá te merezcas quedarte ahí.

-¿Padre?

-¿Crees que van a venir a descolgarte de ahí? A caso eres tan estúpido que no te has dado cuenta de que estás solo, que te van a dejar morir, hace días que no te alimentan, se han llevado la luz y los picos...

De pronto al final del corredor apareció Guirk con una maza y su látigo.

-Interesante, veo que aguantas bien, he estado probando contigo una nueva técnica, crees que estás loco, ¿verdad?- Efectivamente los ojos de Zohual bailaban de un lado a otro tratando de buscar la oscuridad, sin embargo él siempre estaba delante, levantando su linterna delante de sus ojos.- Ahora vamos a jugar, espero que me dures más que tu abuelo.

-¿Qué le has hecho?

-Hemos estado jugando, pero creo que no le gustó el juego, por desgracia el viejo no ya estaba bastante mayor, los juegos acabaron con él, se derrumbó, vomitaba y lloriqueaba como una niña. ¿Quieres saber como terminó? Te lo diré, me pidió que le matara que acabara con él, confesó que era un perro y un mentiroso. Un cobarde es lo que era. Pero aún jugamos un poco más, llevas aquí días, no sabes lo que me ha dado tiempo a hacer en este tiempo.

-Eres un monstruo.

-Pues aún no sabes lo mejor, tu madre... Ahora es mía, me he divertido con ella y quiero que sepas que ha disfrutado, puedes llamarme papá. Ahora te quedarás aquí, castigado.-La risa fanática de Guirk se alejó con la luz del farol.

Segundos después notó el fétido aliento de dos esclavistas, comenzaron a golpearle hasta que perdió el conocimiento, aun así estaba seguro de que habían seguido golpeándole.



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El Traidor Negro by Adrián García Maganto is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.

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