01 julio 2009

II.- Libertad III

Muerte se lanzó de nuevo hacia Zohual, pero este fintó a un lado para atacar directamente al puño que enarbolaba una de las hachas con la maza, un desagradable sonido de huesos rotos llenó su mente pero el asesino seguía en pie y aprovechando que El Traidor estaba descolocado descaró el hacha que le quedaba a la pierna de este.

Zohual casi calló al notar como el hacha le desgarraba la piel casi hasta el hueso, pero no se dejó ir, levantó la maza y lanzó un golpe hacia la cabeza de Muerte con un giro brutal, este no tuvo problemas para desviarlo, pero si los tuvo para esquivar el siguiente golpe con la zurda de Zohual que le impactó plano en la cabeza haciéndole caer. No le dio tempo a reponerse Zohual ya estaba sobre el asesino descargando frenéticamente su maza sobre la cabeza de aquel hombre.

Aunque sabía que estaba muerto, algo dentro de él le obligó a tomar sus hachas y abrir el cuerpo en canal, las armas del asesino estaban tremendamente afiladas y no le costó cortar la carne, sin quitarle la máscara comenzó a rebanar el cuerpo, las voces sonaron con más fuerza, gritaban balbuceaban reían, ansioso como estaba por arrancar hasta la última de las vísceras siguió hasta casi vaciar el abdomen; hasta que llegó un momento en el que no pudo más y sació su hambre y su sed con el cuerpo del pobre infeliz, arrancaba tiras de carne y se las metía en la boca masticándolas hasta poder tragarlas, se ayudaba de las manos en cuenco para beber la sangre.

Cuando estuvo saciado tomó las grebas y los brazales del asesino y se las puso como pudo, pacientemente, sin prisa, luego embadurnó sus manos en la sangre y la restregó por las cadenas que cubrían su pecho, también por su pelo y por su cara.

Cuando consideró que no se podía aprovechar nada más dejó el cuerpo, las voces que nunca le abandonaban ahora parecían murmurar tranquilas. Zohual se levantó, se arregló el pelo y quitó la mascara del asesino, los ojos desorbitados le miraban, había destrozado la cara con sus golpes pero aún se podía distinguir una cara que debía haber sido bastante hermosa en otros momento. “Ya no estás tan guapo” dijo para sus adentros y no pudo contener una carcajada, miles más rieron al unísono hasta llenar todo su mundo.

Decidió que con aquellas armas ya no necesitaba nada más, curó las heridas de la pierna y el hombro con vendajes a cuenta de las ropas del asesino y decidió que abandonaría a sus hombres, él había tomado un camino que nadie querría seguir, había comido la carne humana y el hambre ya no cejaría, lo sabía perfectamente, eso le excitaba más que preocuparle.

Zohual echó a andar, había tomado un camino que le llevaría fuera de aquella mina y solo tenía una cosa más que hacer antes de salir, presentarle sus respetos al cadáver de Guirk.


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12 junio 2009

II.- Libertad II

El Traidor se levantó mientras aún todos dormían, solamente un grupo de tres guardias protegían la entrada, los últimos ataques de los esclavistas habían sido bastante precipitados, alguien estaba perdiendo los nervios y aquello les había favorecido, tenían decenas de flechas y cinco arcos, suficiente material para mantener a sus sitiadores a raya.

Zohual se acercó a sus hombres apostados en la entrada, les indicó que iba a salir, dos de ellos le acompañarían y el otro se quedaría allí para despertar a los demás una hora después, advirtió al que se quedaría, un fornido hombre de tez pálida y sin pelo, con el cuerpo cubierto de cicatrices rituales, de lo que le pasaría si se enteraba de que no había cumplido sus órdenes, notó un ligero escalofrío en el cuerpo del hombre que le hizo sonreír mientras dentro de su cabeza cientos, miles, millones de risas y carcajadas histéricas retumbaban.

Habían salido hacía horas y aún seguía notando esas carcajadas, como un eco casi imperceptible pero que no cesaba.

No esperaba encontrarse resistencia a corto plazo, de hecho solía enviar batidas de hombres por el corredor que ahora recorrían para limpiarlo de esclavistas, al principio las luchas eran frecuentes pero los últimos días nadie trataba de atacarles por aquel lugar.

Caminaban sigilosamente ocultos en la oscuridad, con cuidado para cubrir cualquier esquina, para defender cualquier posible ataque, desde cualquier dirección. El ligero repicar de los picos contra la roca y las palas escarbando entre los restos le indicó que estaban cerca, pronto se lanzarían sobre los esclavistas, conocía bien aquella zona su plan de fuga siempre se había basado en aquel lugar, durante años su padre había conseguido ocultar una pequeña gruta que varios de los más viejos, hombres que eran menos vigilados por su condición y debilidad habían estado cavando, un desprendimiento había tapado aquel túnel y los dürska lo habían dado por perdido, pero con bastante esfuerzo habían conseguido ocultar allí algunas herramientas.

Zohual recordaba como su padre le contaba que los esclavistas habían torturado y matado a un joven, delante de ellos, por haber perdido aquel pequeño pico, su herramienta, pero el joven no habló y todos rezaron por su alma pero nadie dijo donde estaba la herramienta, con los años aquel incidente casi se había olvidado, al menos los esclavistas habían cejado en su empeño de encontrar la herramienta.

Su sacrificio ahora sería su salvación, hacía bastante tiempo que el aumento de dürska en la mina había conseguido evitar que siguiesen cavando aquel tunel inacabado, su abuelo había estado convencido de que quedaba poco para encontrar la salida, a penas unos metros para la libertad.

Pero Zohual no iba hacia allí, no había hablado a sus hombres de aquella salida, nadie había cavado allí, no era el momento, todos creían que cargarían contra la entrada principal y conseguirían escapar con vida, pero él sabía que aquella era una misión suicida, aunque no la había descartado.

El traidor siguió caminando, lentamente al principio, más deprisa luego cuando sus pasos ya quedaban acallados por el repiqueteo de los picos en las cavernas cercanas, atisbó la luz que salía del túnel y ordenó cargar, pero les estaban esperando, una flecha derribó a Hafat a su derecha, había tres dürska aguantando la carga, pero Zohual estaba frenético, se lanzó sobre uno partiéndole el cráneo con el hacha mientras levantando el puño izquierdo envuelto en cadenas reventó la nariz de otro, pero su otro guardia había corrido peor suerte, una maza le había destrozado el hombro y el sobre infeliz estaba tirado en el suelo sollozando, El Traidor levantaba de nuevo el hacha cuando sintió un cosquilleo en la espalda y miles de voces se unieron para gritarle -tírate al suelo- mientras rodaba por el suelo vio dos hachas pasar por donde había estado su cabeza, aquel no era un esclavista, vestía ropas grises y negras que le hacían casi invisible, una máscara de acero pintado con carbón le cubría el rostro y el cuello, las dos hachas no eran las de los esclavistas, aquellas armas estaban hachas para la batalla, eran más grandes a pesar de lo cual parecían más gráciles, más ligeras.

Aprovechando la propia inercia del giro el enmascarado volvió a levantar sus armas sobre la cabeza y golpeó de nuevo, Zohual rodó esquivando una de las armas que no llegó a tocar el suelo por milímetros pero la otra le arañó con un chirrido metálico las cadenas que cubrían su torso, alcanzando a rozarle el hombro descubierto que empezó a sangrar profusamente. El traidor gateó mientras su atacante se recolocaba para lanzar un nuevo ataque -a tu derecha- rodó como pudo, esquivando una daga que impactó en el suelo, junto a su cara y rebotó perdiéndose en la oscuridad, el hombre, que ahora solo tenía un hacha, lanzó una maldición pero Zohual ya estaba en pie cargando con su hacha que levantaba con ambas manos, el hombre le esquivó un golpe deteniendo el segundo con el astil, aunque el tremendo golpe recivido le hizo dar un traspiés que Zohual aprovechó para lanzar un puñetazo a la cara, pero antes de que el puño llegara el enmascarado había girado sobre sus talones y se encontraba ya a dos pasos con ambas manos ocupadas por sendas hachas.

-No esperaba menos de tí.- Dijo el extraño con un fuerte acento que no supo identificar.

-¿Quién eres?

-¿Yo?, me llaman Muerte. Van a pagarme un buen dinero por tu cabeza.- Hacía girar las hachas que silbaban casi atronadoramente, Zohual se dio cuenta de que los esclavistas habían huido dejando allí a aquel hombre, sentía como la sangre le corría por el brazo hasta llegar a su puño cerrado.

Zohual sacó una maza de su cintó aquellas armas no eran como las que enarbolaba aquel asesino, pero era lo único que tenía.


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10 mayo 2009

II.- Libertad I

Zohual tomaba cada vez más fuerza, había conseguido liberar a una decena de esclavos y con su ayuda habían asaltado un almacén, la comida les había dado fuerzas y, los esclavistas, se veían superados en fuerza, aunque eran más, su superioridad numérica no tenía cabida contra hombres mucho más fuertes que defendían una gruta por la que solo dos hombres podrían atacar, tras un par de acometidas los hombres libres ya tenían provisiones de armas suficientes por lo que, en más de una ocasión, Zohual había mandado ataques a perseguir la huida de los esclavistas.

Poco a poco el kuhaitín recibía a algún que otro dürska que venía a negociar, pero su respuesta siempre era la misma el negociador volvía arrastrándose con las tripas desparramadas y dos exigencias, que Guirk le fuera entregado junto con un salvoconducto para él y sus hombres, pero del mismo modos, la respuesta era siempre la misma, los esclavistas enviaban un ataque que siempre era rechazado.

Tras lo que parecía una semana de esta guisa, Zohual rechazó un ataque especialmente brutal, sus hombres comenzaban a ponerse nerviosos pues las provisiones empezaban a escasear y el ambiente era cada vez más tenso. Su lugarteniente, un joven de piel muy oscura y pelo rizado, llamado Juguum, se le acercó:

-No podemos seguir aguantando aquí, debemos escapar.

-No, hasta que no nos entreguen a Guirk.

-Pero Traidor, no van a hacerlo, él tiene contactos y no le entregarán, van a esperar que nos quedemos sin comida y entonces nos atacarán, ahora aún somos suficientes para salir de la mina a la fuerza.

-Jug, eres el más apto de mis hombres, tú fuiste guerrero antes que esclavo pero ni aún así te consiento que cuestiones mis órdenes.

-Ahora somos hombres libres, podemos decidir nuestro destino, he hablado con los hombres y vamos a salir de esta maldita mina.

-Sí, sois libres, pero no me dejaréis atrás, me lo debéis.

-Tu rencilla personal no es la nuestra y cada vez somos menos, se nos acaba el tiempo, es ahora o nunca, con suerte los esclavistas nos dejarán volver a la mina, pero lo más probable es que nos maten a todos para escarmiento general.

-No temo a la muerte.- Respondió Zohual poniéndose en pie y amenazando con su hacha al Uksi.- No he visto la luz del sol desde niño y puedo esperar un poco más, pero no seré libre hasta que haya vencido esta batalla.

-Tienes un día.- Juguum le dio la espalda, obviando el arma que El Traidor blandía frente a él.

Zohual se echó, estaba casado, debía ser hora de dormir, no podía enfrentarse a los dürska y a sus hombres, debía olvidar su venganza. Hacía días que le dolía la cabeza, las voces seguían allí, casi imperceptibles pero perennes hacía días que no entendía que le decían pero a veces creían entender la palabra venganza.


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06 mayo 2009

I.- La leyenda del traidor VII

Era el momento, ya no había marcha atrás, volver significaba una muerte segura, Zohual se asomó y una flecha pasó silbando junto a su cara, otra más se clavó a sus pies, pero él había tomado una decisión, se colgó de la pasarela con las manos y, colgando, con los músculos tensos por el esfuerzo, fue avanzando poco a poco, las flechas seguían cayendo junto a él, pero cuando miró para atrás todos sus hombres le seguían, nadie iba a quedarse allí encerrado si había una mínima posibilidad.

Se escuchó un alarido cuando una flecha atravesó el brazo de uno de los hombres libres y este calló, el ruido sordo y lejano del impacto hizo que les encogiera el corazón y empezaran a apretar el paso.

Zohual sintió como una flecha se clavaba entre la improvisada malla formada por la cadena, el dolor era muy molesto, pero notaba la flecha poco clavada, a pesar de lo cual seguía allí alojada mientras la cadena la hacía bailar con cada movimiento del kuhaitín.

Casi habían alcanzado una nueva gruta cuando un hacha salió a su encuentro, instintivamente agarró el arma y la arrancó de las manos del esclavista, un dürska realmente corpulento, para dejarla caer de inmediato. El esclavista se agachó sacando un puñal y trató de clavarlo en la mano de Zohual que lo agarró por la muñeca y titó de él haciéndole caer al vacío, inmediatamente el líder de los liberados saltó hacia arriba entrando en la gruta agilmente, los dos esclavistas que allí estaban le atacaron pero Zohual se lanzó rodando entre ellos y, desde el suelo cercenó la pierna de uno de ellos con su hacha.

El segundo esclavista no esperó y descargó su enorme maza sobre Zohual que aún se encontraba en el suelo, desarmado, pues su arma se había quedado atascada en el fémur del primer hombre. Sintió como el mazazo le partía una costilla, aunque, por su corpulencia el daño fue más leve de lo esperado, antes de que pudiese rematar al hombre caído, el esclavista recibió el ataque de los tres ex-esclavos que habían alcanzado ya la gruta, los hombres despedazaron al pobre infeliz e iban a rematar al herido cuando Zohual los mandó parar.

Las cara de alivio inicial del esclavista, que se agarraba la pierna tratando de detener la hemorragia, se tornó en locura cuando Zohual se acercó a él y, tras arrancarse la flecha de la espalda, comenzó a abrirle en canal con la misma, para luego atarle con un látigo por el cuello y colgarlo de la pasarela, dejando que sus vísceras se desparramaran.

-Este es el destino que le espera a todos los esclavistas de esta mina.- Gritó.- ¿Me oís todos? Zohual es libre y como el Traidor Negro viene a vosotros a traeros la venganza y la furia de sus antepasados. Muerte al esclavista.- El grito fue tan salvaje que reverberó por toda la mina, miles de voces se unieron a el, los látigos empezaron a restallar, pero todos coreaban la venida del Traidor Negro y su venganza.


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04 mayo 2009

I.- La leyenda del traidor VI

Caminaron un corto trecho hasta encontrar a un nuevo grupo de esclavistas, que protegían el acceso a la entrada de la gruta, a la vez que guiaban a algunos grupos de esclavos hacia otras galerías. El ataque fue brutal, en un segundo los liberados habían acabado con los dürska despedazando sus cuerpos con saña. Zohual miró la carnicería con una sonrisa en la cara, volvieron las voces, incomprensibles, gritaban frenéticas, ahora casi todo eran risas, risas histéricas, chirridos más parecidos a una manada de ratas, de pronto, todas se callaron, pudo escuchar su propia respiración acelerada, sentía el pulso en las sienes, todos le miraban expectantes y él dio la orden de marchar.

Por el camino liberaron algunos hombres más, llego a tener una compañía de 20 silenciosos guerreros, todos hombres fuertes, de anchas espaldas.

Hacía días que él no pasaba por allí, pero reconoció aquel pasillo, más ancho que ninguno, en seguida, daba a La Sima, una caverna sin suelo, rodeada por un enorme pasillo creado a base de tablones de madera y fuertes cadenas de metal. Por los laterales del enorme agujero se habían colocado sistemas de poleas, escaleras de mano y linternas de gas, de forma que aquella caverna conformaba el verdadero centro de la mina con cientos de accesos a varios niveles, siempre atestada de gente, en aquel lugar encontrarían una fuerte resistencia.

Era el único lugar que permitía el uso de arcos por la buena visibilidad y la amplitud del lugar, cruzar esos pasillos sería bastante complicado, además tenían que hacerlo rápido pues las pasarelas laterales podían ser cortadas como medida de seguridad.

Al asomarse, Zohual sintió que la luz que reverberaba en los miles de cristales, incrustados aquí y allá, sentía como si le fuese a dejar ciego, tardó unos instantes en acostumbrarse, pero sus hombres, más acostumbrados a esa estancia, ya habían cargado, tendría que adoctrinarlos para que no los mataran tan rápido, vio caer a uno de sus hombres abrazado a un esclavista que le había cercenado un brazo de un hachazo otros tres cuerpos de los liberados yacían a los pies de otro de los esclavistas y dos más venían a la carga.

Los pasillos eran suficientemente anchos como para que tres hombres fornidos caminasen hombro con hombro, pero la ausencia de barandillas hacía casi imposible atacar a más de dos a la vez, el empuje de los esclavistas hizo que varios más de los ex-esclavos cayeran por el hueco, de nuevo cargó el resto, con más ganas de maestría y el esclavista se defendía demasiado bien, además ahora los látigos de sus compañeros ayudaban a desequilibrar a los atacantes.

Quedaban solo 10 de sus hombres cuando Zohual los increpó:

-Volved aquí, nos defenderemos en la gruta.- Todos corrieron aunque uno no fue capaz de escapar cuando un látigo se anudó en su tobillo haciéndole caer, una enorme maza la reventó el cráneo sin piedad.

En el hueco de la gruta, los látigos eran menos dañinos, y la lucha estaba más compensada, aunque ahora eran ya cinco los atacantes. Zohual se lanzó hacia delante con el hacha levantada, pero tuvo que detenerse para parar una maza enorme con el astil de su arma, el tremendo impacto partió la madera dejando al kuhaitín desarmado, pero ante la expectativa de una muerte casi segura, se lanzó hacia el esclavista antes de que este levantara de nuevo su arma y agarró la cabeza con una mano,apoyando la otra en el hombro, el giro fue tan brutal que las vértebras crujieron al partirse y el pobre infeliz calló a sus pies como una marioneta sin sus hilos.

Zohual recogió el arma y la hizo girar frente a él descargándola contra otro esclavista en pleno pecho y luego al restante entre los omóplatos, divisó el panorama. Una decena de cuerpos a sus pies, amigos y enemigos, la sangre embadurnaba su cuerpo, tibia y solo cuatro de sus hombres seguían vivos, destrozando con saña a sus víctimas y bañándose con regocijo en su sangre. Robaron todo lo que había en los cadáveres y recogieron dos armas cada uno.

Cuando asomaron de nuevo a La Sima los esclavistas corrían hacia las grutas y cuando las pasarelas estuvieron libres las cadenas empezaron a correr dejando caer los pasillo. El camino estaba cortado y, si volvían atrás para tomar otra gruta les estarían esperando y ahí, no había victoria posible.


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29 abril 2009

I.- La leyenda del traidor V

Zohual comenzó a caminar, el olor de la sangre impregnaba sus fosas nasales, sentía el sabor metálico en la boca, siguió avanzando, con paso vivo, pronto comenzó a escuchar, a sentir más bien, el rítmico golpeteo de los picos en las paredes de las grutas que horadaban la montaña. Una ligera brisa le recordó su infancia fuera de las cavernas, recordó el sol que hacía años había quedado vedado para él, sentía que lo veía, como en un sueño. Echó a correr, el gas casi había conseguido envolverle en sus garras, el Traidor Negro casi había conseguido engañarle, de pronto una súbita explosión atronó tras él y la honda expansiva le lanzó contra la pared de piedra, el polvo de carbón acumulado ardió quemándole la espalda, y el brazo, por suerte la deflagración fue pequeña y pudo salir con vida, había vivido explosiones más fuertes, pero siempre había estado más lejos.

Sentía como le salían ampollas en el hombro derecho y por la espalda, pero no podía detenerse, ahora, enfiló el bajo pasillo, tenía que ir encorvado para no golpearse la cabeza. La honda expansiva de al deflagración había ahogado el fuego de las antorchas.

De repente salió a una caverna natural, recordaba haber pasado por allí cuando le destinaron en aquel lugar, pero no estaba seguro de qué camino había de tomar, a su derecha y, casi paralelo al pasillo por el que venía había otro, de mayores dimensiones y con restos claros de haber sufrido los efectos de la deflagración, podía olerlo.

De repente escuchó voces venían de la galería de en frente, una tenue luz empezaba a hacerse mayor mientras el volumen de las voces aumentaba, eran al menos dos, dürska casi con total seguridad. Tomó el hacha en la diestra y se acercó sigilosamente a la apertura de la gruta, se escondió en un saliente de roca, el roce de la espalda contra la roca casi el hizo aullar de dolor, pero pudo reprimirlo. Los acelerados pasos se oían ya cerca, ahora parecían más, quizá media docena, aunque solo dos hablaban, estaban guiando a un grupo de esclavos, para los trabajos de desescombro, era una buena oportunidad. Las cadenas de los esclavos empezaron a tintinear cuando apretaron el paso.

A pocos metros dese pararon, uno de los esclavos, de negra piel y cabello corto le miró con su cara marcada de viruela. Zohual le hizo un gesto apra que guardara silencio.

-Camino libre.- gritó.

Uno de los esclavista salió a la sala, pero no vio a Zohual pues el esclavo lo tapaba, el kuhaitín se levantó de un salto cayendo sobre el esclavista al que partió el cráneo en dos de un tremendo hachazo, el otro esclavista ya estaba sobre él cuando aún no había conseguido arrancar el hacha del cráneo del primero, se giró tratando de evitar el mazazo de este, pero la cabeza multifacetada le impactó de lleno en la espalda, haciéndole soltar un grito de dolor, calló al suelo de bruces, trató de levantarse pero volvió a caer cuando le fallaron las fuerzas, sintió un latigazo que se estrellaba contra la improvisada armadura, pero aún así le hizo soltar un suspiro de dolor. Zohual llevó la mano al látigo que tenía colgado del cinto a la manera de los esclavistas, pero su contrincante respondió con celeridad y de un certero latigazo atrapó la mano del otro obligándole a apartarla del arma.

En ese momento Zohual arrancó el látigo de la mano del esclavista con un fuerte tirón, ganando el tiempo suficiente para darse la vuelta, justo antes de que este descargara su maza de nuevo, y recibiendo el astil con los antebrazos. Lanzó una patada al estomago del esclavista que calló al suelo, en ese momento todos los esclavos cayeron sobre él y comenzaron a golpearle hasta la muerte.

-Soy Zohual, hijo de Zaharka, hijo de Zoskai y os he liberado, por eso me debéis lealtad, juro que os sacaré de aquí y seréis libres para seguirme y recuperar lo que es nuestro por derecho.

Como una sola voz, los esclavos gritaron su nombre que reverberó en la caverna. Aprovechando la maza acabó con las ataduras de sus compañeros y luego recogió las pertenencias de los muertos y las repartió, quedándose él con una daga además de las armas que ya había recogido.


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19 abril 2009

I.- La leyenda del traidor IV

El estruendo producido por la cadena al caer había sido ensordecedor a los oídos de Zohual, sin embargo tras varios minutos allí parado, esperando, supuso que nadie más debía haberlo oído, o quizá lo habían confundido con el golpeteo de los picos contra la roca o con una explosión de gas.

Sabía que no tenía herramientas a mano y, por tanto, no había nada con lo que pudiese deshacerse delas cadenas, poco a poco se fue echando la cadena por sobre los hombros formando una suerte de armadura a la que estaban atadas sus muñecas; aunque ahora tenía bastante libertad de movimientos, el peso de las cadenas le empujaba hacia el suelo. Necesitaba beber y comer, quizá descansar sus músculos cargados por haberse pasado días ahí, colgado, pero no había tiempo que pudiera perder.

Arrastrando los pies y sintiendo como los eslabones de la cadena le mordían incesantemente la piel avanzó en dirección a lo que él esperaba que fuese la salida, caminaba palpando las paredes. Una y otra vez se encontraba con que había errado el camino, una y otra vez desandaba lo andado.

Se sentía casi desesperado, los murmullos en su cabeza eran incesantes, a veces podía entender algo, siempre que esto sucedía las voces hablaban de sangre y muerte, risas histéricas acababan con toda coherencia y volvían los murmullos ininteligibles.

De repente lo encontró, había llegado a la entrada de la caverna, lo sabía estaba seguro, palpando la pared había encontrado los restos de la argolla que le había mantenido atado, pero la entrada... la entrada estaba bloqueada. Le dieron ganas de reír y todo lo que asomó a su boca fue aquella risa histérica que había oído en su mente, “les mataré” pensó y comenzó a arrancar como podía las piedras que bloqueaban la entrada, sentía como se la clavaban las piedras en la carne, comos e le rompían las uñas, pero poco a poco estaba avanzando, cada vez arrancaba piedras de mayor tamaño, una se le había caído en un pie y sentía que quizá tenía algún hueso roto, eso no le importaba, solo quería salir de allí.

Horas después estaba eufórico, un pequeño haz de luz entraba por un recoveco, estaba casi listo para salir, pero de pronto se dio cuenta de que todo el trabajo que había realizado no era nada, solo un ápice de lo que le quedaba, un ápice quizá de todo lo que tendría que escarbar, una enorme roca había sido colocada en el centro, habían hecho falta varios hombres normales para moverla, pero él, él no era un hombre normal, apoyó sus mano en la roca y comenzó a empujar, nada, luego tironeó de ella, gritando como una bestia, hasta que sintió que se movía, aunque a penas si la había movido, eso le dio fuerzas renovadas, tiró de nuevo gritando para liberar sus restos de energía, la piedra giró un poco y sintió que se le venía encima, se tiró al suelo rodando para alejarse lo más posible, esquivando así el impacto.

Al otro lado un esclavista estaba observando el interior, espada en mano, apartando los restos de de piedra para acabar con la vida de Zohual, este seguía en el suelo, arrodillado cuando el dürska descargó su hacha hacia la cabeza del esclavo, pero este la esquivó como pudo sintiendo como la improvisada armadura de cadenas paraba el golpe descargado contra su hombro izquierdo, aprovechando el mismo movimiento del giro, Zohual levantó el extremo de la cadena, que tenía agarrado con la diestra y haciéndolo girar de atrás a delante, lanzó un tremendo golpe a la cara del esclavista, sintiendo como los huesos de este se partía un el cráneo comenzaba a sangrar, para asegurarse le agarró de la cabeza y le partió el cuello de un brutal movimiento.

Estaba frenético, las voces retumbaban, ahora todas eran una, cantaban al unísono y reían, supo que no estaban hablando la lengua de los dürska, aunque sentía la sensación que las voces que se elevaban sobre las risas le estaban hablando en una lengua que debería conocer pues era su propia lengua, no alcanzaba a entenderlas. Sentía como le palpitaba el corazón y un ansia carnívora se adueñó de él cerró los ojos mientras arrancaba la carne de la cara del hombre de un mordisco, cuando se hubo saciado, miró el cuerpo, no sentía remordimientos, baño su armadura de cadenas de la sangre de su víctima y tomó sus pertenencias, las piezas de armadura que le podían valer y el látigo y el hacha, luego tomó la cantimplora que había quedado en el suelo y apuró su contenido, sabía a cuero, pero le daba igual.

Un grito animal acudió a su mente y el dieron ganas de aullar con él pero las pudo reprimir, era el momento de alcanzar su venganza y ser libre.


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