06 mayo 2009

I.- La leyenda del traidor VII

Era el momento, ya no había marcha atrás, volver significaba una muerte segura, Zohual se asomó y una flecha pasó silbando junto a su cara, otra más se clavó a sus pies, pero él había tomado una decisión, se colgó de la pasarela con las manos y, colgando, con los músculos tensos por el esfuerzo, fue avanzando poco a poco, las flechas seguían cayendo junto a él, pero cuando miró para atrás todos sus hombres le seguían, nadie iba a quedarse allí encerrado si había una mínima posibilidad.

Se escuchó un alarido cuando una flecha atravesó el brazo de uno de los hombres libres y este calló, el ruido sordo y lejano del impacto hizo que les encogiera el corazón y empezaran a apretar el paso.

Zohual sintió como una flecha se clavaba entre la improvisada malla formada por la cadena, el dolor era muy molesto, pero notaba la flecha poco clavada, a pesar de lo cual seguía allí alojada mientras la cadena la hacía bailar con cada movimiento del kuhaitín.

Casi habían alcanzado una nueva gruta cuando un hacha salió a su encuentro, instintivamente agarró el arma y la arrancó de las manos del esclavista, un dürska realmente corpulento, para dejarla caer de inmediato. El esclavista se agachó sacando un puñal y trató de clavarlo en la mano de Zohual que lo agarró por la muñeca y titó de él haciéndole caer al vacío, inmediatamente el líder de los liberados saltó hacia arriba entrando en la gruta agilmente, los dos esclavistas que allí estaban le atacaron pero Zohual se lanzó rodando entre ellos y, desde el suelo cercenó la pierna de uno de ellos con su hacha.

El segundo esclavista no esperó y descargó su enorme maza sobre Zohual que aún se encontraba en el suelo, desarmado, pues su arma se había quedado atascada en el fémur del primer hombre. Sintió como el mazazo le partía una costilla, aunque, por su corpulencia el daño fue más leve de lo esperado, antes de que pudiese rematar al hombre caído, el esclavista recibió el ataque de los tres ex-esclavos que habían alcanzado ya la gruta, los hombres despedazaron al pobre infeliz e iban a rematar al herido cuando Zohual los mandó parar.

Las cara de alivio inicial del esclavista, que se agarraba la pierna tratando de detener la hemorragia, se tornó en locura cuando Zohual se acercó a él y, tras arrancarse la flecha de la espalda, comenzó a abrirle en canal con la misma, para luego atarle con un látigo por el cuello y colgarlo de la pasarela, dejando que sus vísceras se desparramaran.

-Este es el destino que le espera a todos los esclavistas de esta mina.- Gritó.- ¿Me oís todos? Zohual es libre y como el Traidor Negro viene a vosotros a traeros la venganza y la furia de sus antepasados. Muerte al esclavista.- El grito fue tan salvaje que reverberó por toda la mina, miles de voces se unieron a el, los látigos empezaron a restallar, pero todos coreaban la venida del Traidor Negro y su venganza.


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El Traidor Negro by Adrián García Maganto is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.

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